jueves, 22 de mayo de 2008

Cristina Peri Rossi





Historia de un amor

Para que yo pudiera amarte

los españoles tuvieron que conquistar América

y mis abuelos

huir de Génova en un barco de carga.



Para que yo pudiera amarte

Marx tuvo que escribir El capital

y Neruda la Oda a Leningrado.



Para que yo pudiera amarte

en España hubo una guerra civil

y Lorca murió asesinado

después de haber viajado a Nueva York.



Para que yo pudiera amarte

Virginia Woolf tuvo que escribir Orlando

y Charles Darwin viajar al Río de la Plata.



Para que yo pudiera amarte

Catulo se enamoró de Lesbia

y Romeo, de Julieta,

Ingrid Bergman filmó Stromboli

y Pasolini, Los cien días de Saló.



Para que yo pudiera amarte,

Lluís Llach tuvo que cantar El segadors

Y Milva, los poemas de Bertolt Brecht.



Para que yo pudiera amarte

alguien tuvo que plantar un cerezo

en la tapia de tu casa

y Garibaldi pelear en Montevideo.



Para que yo pudiera amarte

las crisálidas se hicieron mariposas

y los generales tomaron el poder.



Para que yo pudiera amarte

tuve que huir en barco de la ciudad donde nací

y tú combatir a Franco.




Para que nos amáramos, al fin,
ocurrieron todas las cosas de este mundo
y desde que no nos amamos

sólo existe un gran desorden.


Aquella noche (1996)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Para que yo me llame Ángel González


Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento

El sujeto Omitido dijo...

Desde mi más profunda ignorancia necesito preguntarte...¿Cómo es posible?
¡Gracias por el comentario!